Decidirse es, sin duda, uno de los procesos más complejos a los que se enfrenta el ser humano. Y, sin embargo, lo hacemos a diario. Concretamente, más de 35,000 veces en promedio, de las cuales solo somos conscientes de apenas un 1 %, según un estudio de la empresa Huawei. Es decir, ante tareas básicas y rutinarias, nuestro cerebro activa el piloto automático con el fin de aumentar nuestra productividad. Pero no siempre es así. Desde directivos hasta equipos, las decisiones se toman a menudo de forma precipitada, lo que conduce a resultados pobres o incluso erróneos. Esto plantea las siguientes preguntas: ¿por qué nos cuesta tanto ese porcentaje mínimo restante? ¿Realmente sabemos cómo tomar decisiones?
Desactivando artefactos explosivos desde hace más de 20 años, Julio de la Iglesia es todo un experto en gestionar el miedo y tomar decisiones. Su experiencia profesional, ecléctica donde las haya, va desde empleado de banca, policía antidroga y Boina Verde, hasta Educador en la Cárcel y Activista de Greenpeace. Y ahora, se une a GoodHabitz en nuestro curso "Toma de decisiones" para compartir su fórmula de la valentía. Si alguien puede ayudarte a derribar barreras, superar miedos y conseguir tus objetivos, ese es Julio.
La importancia de aprender a tomar decisiones
Dicen que no hay nada más difícil que ser capaz de decidir. Sin embargo, cuando se hace de manera acertada y eficaz, es todo un arte. ¡Y se puede aprender! De pequeños, elegimos todo de manera prácticamente instintiva: cuándo queremos comer, por ejemplo. Aunque se trate de una decisión rápida y visceral, el proceso de decisión es evidente. A medida que crecemos, la experiencia, el raciocinio y la intuición nos ayudan a tomar decisiones acertadas. No obstante, es la fase de ejecución la que cada vez nos cuesta más.
Como un escultor con su obra, cada decisión tomada da forma a lo que somos hoy y a lo que nos rodea. El talento para tomar decisiones, según Julio, se cultiva con la práctica: "Cuanto más tiramos a la portería, más goles meteremos. Además, se puede entrenar y practicar". Una vez domines la técnica, no solo podrás ahorrar tiempo, esfuerzos y energía, sino que también ayudarás a:
Inspirar más confianza y, por tanto, facilitar la delegación de responsabilidades.
Adoptar una actitud más proactiva e innovadora.
Aprovechar todas las oportunidades y evitar posibles dificultades.
Ayudar a alcanzar los objetivos de toda la organización.
Aumentar la autoestima y mejorar tu salud mental y emocional.
¿Por qué dudamos?
Tomar una decisión supone elegir la mejor estrategia para llevar a cabo una acción dentro de varias posibles. Y no siempre es fácil. Muchas personas se encuentran ante disyuntivas tanto en su vida profesional como personal que generan bloqueos. ¿A qué se debe tanta duda? Julio de la Iglesia identifica tres motivos principales:
Miedo a fallar
Las decisiones: tan acostumbrados a ellas, y a la par tan temidas. Es una gran paradoja, ¿no crees? No es necesariamente el acto de tomar decisiones lo que nos aterra, sino equivocarnos. "Decidir está a medio camino entre la reflexión y la acción. Nos da miedo pasar a la acción tras la decisión", explica Julio. Esto puede conducirnos a la cautela excesiva, a la incapacitación, a la procrastinación y, en casos muy severos, a la conocida como duda patológica. Sin embargo, recuerda que nadie le tiene miedo a las alturas. El temor reside en la caída.
No sabemos lo que queremos
Para optar por la elección indicada, el primer paso es saber cuál es nuestro propósito. "Decidir es elegir. Y a veces no sabemos realmente lo que queremos", afirma nuestro experto. ¿Qué necesitamos? ¿Cuál es nuestra meta? Bien sea por falta de interés o autoconocimiento, hay personas que lo ignoran y tienden a dejar en punto muerto el motor impulsor de sus acciones: la motivación. A ciegas y sin rumbo fijo, todas las opciones parecen tan válidas como equivocadas. Y el resultado siempre será el mismo: un proceso de decisión carente de respuesta racional y con una baja probabilidad de materializarse.
Sesgo de información
Aunque parezca ilógico, no siempre somos dueños de nuestras propias decisiones. Con el fin de facilitar las elecciones del día a día, nuestro cerebro suele recurrir a atajos (también conocidos como "sesgos cognitivos") para simplificar la realidad que nos rodea. Julio los describe como "información inconsciente". "Nos fijamos en ese primer dato y desechamos todos los demás. Esto se da mucho en las negociaciones laborales. Cuando nos ofrecen un sueldo y a partir de ahí ya no miramos más ofertas. O el sesgo reactivo, cuando queremos tener razón en una conversación, aunque sepamos que no es la correcta solo porque la otra persona ha tomado otra decisión". Es importante ser consciente de estos sesgos para decidir mejor.
Las 3 claves para tomar mejores decisiones
Una vez identificados nuestros mayores obstáculos, es hora de pasar a la acción. Puede que no haya una fórmula mágica para escoger siempre la opción correcta, pero estas 3 claves de Julio de la Iglesia te llevarán por el mejor camino:
1. Analiza la situación
Antes de tomar cualquier decisión, hay que tomar decisiones. "¿Qué sentido tiene esto?". Simple: para librar cualquier batalla, hay que tener un plan. Establecer un objetivo, estudiar el terreno, identificar los medios y definir acciones es el primer paso de cualquier proceso de decisión. Incluso cuando nuestro enemigo es la indecisión. "El riesgo cero no existe. Eso lo sabemos todos. La seguridad total tampoco. Y confiar en la buena suerte es un salto en la oscuridad. Necesitamos una metodología", afirma Julio. Enuncia el problema, las causas y las soluciones. Pregúntate: "¿A quién afecta?" "¿Puedo tomar yo solo la decisión final?" "¿Y si no hago nada?".
2. Haz caso a la razón y al corazón
Julio lo tiene claro: "Hay que mezclar la parte emocional y la parte racional. De esa unión sacamos las mejores decisiones". Pero, si dejarse guiar por impulsos y emociones es sinónimo de perder el control de nuestro cerebro inteligente (corteza frontal), ¿realmente debemos involucrarlos en nuestra toma de decisiones? ¡Por supuesto!
Bien es cierto que tomar decisiones en caliente no es el mejor camino a tomar. "Para decidir es importante estar tranquilo, sereno. Desde luego, no es el momento de decidir justo después de una discusión o con falta de sueño o con hambre. De hecho, a los prisioneros de Vietnam los tenían sin comer ni dormir para poder sacarles la información y que su decisión estuviese mermada" añade el TEDAX. Así que, respira hondo y piénsalo dos veces. No obstante, es necesario comprender que la intuición no es contraria a la razón, sino complementaria, ¡y se puede entrenar!
3. Equivócate
Errar es humano. Contrario a lo que el sistema educativo tradicional nos enseñó en su día, equivocarse no es sinónimo de fracaso, sino de aprendizaje para alcanzar un éxito duradero. La clave, según Julio de la Iglesia, está en su interpretación: "El enfoque positivo consiste en aceptar y aprender, convirtiendo un fracaso en un éxito". Piensa que el error te permite analizar, trabajar tu memoria, automotivarte, aumentar tu capacidad de aprendizaje y entrenar tu resistencia. Ansiar la perfección es una utopía; asumir tus errores como parte de tu crecimiento personal es una decisión. ¡Y una muy importante!
Ahora que sabes un poco más sobre cómo tomar buenas decisiones, tienes tres opciones: "ver lo que ocurre y no hacer nada, contar lo que pasa o asumir la responsabilidad y hacer que las cosas sucedan", concluye Julio. ¿Te quedaste con ganas de más? Ponte manos a la obra, échale un vistazo a nuestro curso "Toma de decisiones" y añade a tu lista de imprescindibles cursos online como "La importancia de fracasar", "Los ojos siempre en la meta" o "Conviértete en estratega". ¡Tú decides!
¡Hoy es un buen día para sumergirte en la lectura!
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